Primavera en el Hayedo de Montejo

Es un buen momento para mirar al suelo. A veces se solapa la floración de muchas especies. De la media docena de violetas que habitan en el Hayedo de Montejo y sus inmediaciones, no es raro encontrar dos florecidas a la vez.

Viola riviniana y V. suavis (21 abril 2023)
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Los excrementos de tu perro cógelos o déjalos

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Sito XXIII

Pues ya está siendo malo el año para que la lluvia en abril sea noticia. Ha llovido, pero sólo dos veces, con unos escasos 18 litros por metro cuadrado. A estas alturas, cualquier agua es bien recibida, pero estaréis de acuerdo conmigo en que es triste. Y el acompañamiento también ha sido preocupante, porque ha hecho bastante calor. Alguna helada débil al principio, dos escarchazos a mediados y se acabó. Las máximas: altas, con una anomalía a final de mes que casi todos habréis sufrido. ¡Que hemos estado a 26 grados el día 28 de abril!

Lluvia en el Hayedo de Montejo

Pues el reflejo en los seres vivos ha seguido siendo adelantar sus ciclos vitales. El mensaje que recibe cualquier organismo es que estamos en verano, con estos calores y tan poca agua.

Las flores han seguido pintando la hojarasca, cuyo tapiz marrón ha comenzado a verdear en muchas zonas. Pero no habrá una desmesurada producción de forraje, que la sombra de las hayas limita a cualquier planta. Ha aumentado el número de puntitos de colores en el suelo. Más amarillos de celidonias y dientes de león, a los que se suman los ranúnculos y las primaveras, que en el vecino Montejo de la Sierra llaman reyes. Más blancos, con la incorporación de saxífragas y algunas fresas, de las auténticas, y las alliarias (Alliaria petiolata), que al frotarlas huelen a ajo, como su nombre indica. Más morados, ya que este año están durando una eternidad hepáticas y violetas y empiezan a estar acompañadas de los jacintos, las lenguas de buey (Pentaglottis sempervirens) y las primeras centaureas (Centaurea graminifolia).

Primavera olorosa (Primula veris)

No puedo por menos que maravillarme con la estrategia de algunas especies. Seguro que estáis acostumbrados a esos ejemplares de acebo o de hiedra con manchas de varios colores. Son variegaciones, una forma que los humanos tenéis de conseguir características de dos o más ejemplares en uno solo. Pues resulta que la celidonia menor (Ficaria verna) hace lo mismo, tiene variegaciones naturales. Lo que ocurre es que el objetivo no es atraer la atención sino el contrario. Sus variaciones de color intentan engañar a los herbívoros, hacerles creer que sus hojas han sido comidas por una oruga o que tienen un excremento de pájaro para que no les resulten tan atractivas. ¡Qué maravilla!

Variegaciones simulando consumo de orugas y excremento de pájaro

Un poco más grandes que puntos sobre el suelo, otras flores empiezan a proliferar. Pero la que más me ha gustado volver a ver es el sello de Salomón, una rareza de bosques frescos y poco pisoteados.

Sello de Salomón (Polygonatum odoratum)

Subiendo la mirada, todos los matorrales que acompañan a robles y a hayas parecen competir por quién florece a mayor velocidad. En distintas partes del bosque la retama negra, el cambrón, el codeso y los dos brezos están ya en flor. Una verdadera borrachera de olor a néctar y a polen y quizás una pesadilla para las personas alérgicas. Aunque las principales causantes de alergias sean las gramíneas, que también están empezando a florecer.

Los árboles han acelerado. Los cerezos siguieron luciendo flores y hojas y a finales de mes tiraron todas las flores no fecundadas. Menos mal que hay muchas que sí lo han sido y podremos tener cerezas a principios de verano. Los acebos también están en flor. Pero lo más llamativo es que las hayas y los robles albares han echado las hojas. Ya os conté que se adelantaban mucho, pero han acabado de abrir. Eso me preocupa, porque temo que, como otros años, las heladas se ceben con las tiernas hojas. No está ocurriendo, de momento, aunque la guadaña de las heladas tardías siempre está afilada. El tiempo está siendo tan caluroso que no hay mínimas que merezcan tal nombre. ¡Si hasta los meteorólogos dicen que las mínimas se parecen a lo que deberían ser las máximas en este final de abril!

Lo que no deja de ser noticia es la caída de alguna rama de grandes dimensiones. En esta ocasión le ha tocado al Haya del Vivero, lo que da oportunidades al regenerado que recibe más luz. Siempre que no sea aplastado, claro. Sin embargo, no deja de entristecerme que uno de los ejemplares más bellos de mi bosque continúe con su decrepitud.

Haya del Vivero

Y los animales también se animan. Ya he perseguido a la primera mosca de caballo del año (Hippobosca equina) que se me escapó por un pelo. He amnistiado a una larva de luciérnaga (Lampyris sp). ¡Qué bien me caen esos animalillos! Y me he quedado embobado con lo variado del centenar de especies de mariposas diurnas que habitan mi bosque: el alegre vuelo de la Vanesa (Vanesa atalanta), los reflejos tornasolados de una cejialba o la enorme cantidad de auroras que han aparecido este año.

Cejialba (Callophrys rubi)
Aurora (Anthocharis cardamines)

La naturaleza es ejemplo de éxito y de fracaso solapados. He visto bastantes ejemplares de mariposa de la madreselva que han completado su fase de oruga y han hecho pupa en rocas o troncos del bosque. Aún necesitan tiempo y suerte para llegar a ser las mariposas que todos admiramos. Pero otras no lo han conseguido. Me acerqué a una oruga sobre una roca y comprobé cómo había sido devorada en vida por larvas de avispas de la familia Braconidae, muy posiblemente del género Cotesia. Estas larvas sí completaron su parte de ciclo y habían hecho el capullo sobre la oruga. Se les denomina parasitoides, porque los parásitos no acaban con la vida del huésped.

Euphydrya aurina con capullos de avispas de Cotesia sp.

Y el calor espabila a los reptiles. Las lagartijas roqueras (Podarcis muralis) han vuelto a ocupar la carbonera con sus nidos. Sus huevos son una apetitosa delicia para las culebras de collar y zorros y tejones que saquean sus puestas. Al menor ruido de pisadas se espantan las aventureras culebras lisas. Y aunque ahora huyen menos, que la reproducción es prioritaria, el celo de los lagartos verdinegros es patente en cualquier claro soleado.

De quienes tengo pocas noticias es de los anfibios. Sólo he descubierto un sapo común (Bufo spinosus) en la Senda del Río. Me temo que, junto con los reptiles, son las principales víctimas de lo que le ocurre al clima.

Y en el vuelo, me ha llamado la atención un murciélago, creo que de herradura, que por la mañana capturaba insectos en un tramo soleado del río junto a la fuente. Y han vuelto los papamoscas cerrojillos, esos incansables comedores de larvas. A los humanos os gustarán, por su labor de mantener a raya a los insectos que llamáis plagas, pero a mí me fastidian, que la competencia por el alimento no es buena.

A finales de mes he visto varias corzas preñadas y con la gestación muy avanzada. En muy poco tiempo parirán una o dos crías. Como os podéis imaginar, es un momento muy delicado para la especie. Un corcino es un ser absolutamente desvalido y cualquier ayuda que podamos brindarle es poca… ¡DEJÁNDOLE DONDE ESTÁ! No está abandonado. La especie basa la supervivencia de sus crías en que pasen desapercibidas. Si cedéis a la tentación de moverle de donde lo encontréis, prácticamente no tendrá posibilidad de supervivencia, ya que su madre no lo encontrará donde lo dejó, el lugar que vigila desde un escondite cercano y al que vuelve cada poco tiempo para alimentarle y limpiarle. Haced vuestra mejor acción con los corzos y marchaos rápida y discretamente del lugar. Podéis encontrar más información en:

Un abrazo y hasta el mes que viene,

Sito. Mayo de 2023

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En tus paseos por el campo..

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Sito XXII

¡No vuelvo a salir del Hayedo! Ya son bastantes los peligros que tengo en mi bosque como para que hayan aparcado un autobús cerca de la entrada. Sus ventanas, con la luz reflejada, son como espejos y los pájaros no siempre distinguimos un espejo de la realidad. ¡Todavía me duele la cabeza del choque! Menos mal que me recogieron buenos ciudadanos que me encomendaron a los educadores del Hayedo cuando aún estaba aturdido. 

Reyezuelo sencillo (Regulus regulus)

Ahora entiendo por qué colocan esas terroríficas siluetas de rapaces adornando las ventanas.

Casa del Hayedo

Sustos aparte, marzo ha sido un mes muy variado, aunque por lo general demasiado cálido. Habréis comprobado cómo tras la primera semana dejó de helar; en mi bosque también. Y las temperaturas diurnas han sido altas, con pocas nubes y ausencia de lluvia. La combinación de calor (7,45°C de temperatura media mensual) y sequía es muy preocupante. He ido descubriendo indicios de que la fenología va mal y todo el mundo sabe que cuando marzo mayea, mayo marcea. Por ejemplo, algunas hayas grandes de la Senda del Río han empezado a engordar y casi a romper las yemas, ¡mes y medio antes de lo que siempre se consideraba como normal, mediados de mayo! El día 29, los helechos comunes empezaron a brotar. Ya ha llegado una pareja de abejeros (Pernis apivorus)… ¡Todo está demasiado acelerado!
Desde primeros de mes he retomado uno de mis pasatiempos favoritos cuando no me apremia el hambre: escrutar la hojarasca buscando novedades. Me maravilla ser capaz de distinguir desde lo alto los puntitos amarillos de las celidonias, morados de violetas y hepáticas y blancos de la fresa bastarda. Por cierto, de esta última veo muchas matas, que les procurarán no pocas desilusiones a los humanos que esperan sus frutos y que ni en tamaño ni en sabor se parecen a la verdadera fresa (Fragaria vesca).

Falsa fresa (Pontentilla sterilis)

Y mientras busco puntos de flores, hay otros que despiertan así mismo mi interés: los oscuros de los grillos de la madera y de las arañas lobo de patas delgadas, saltando y correteando sobre la hojarasca. Tienen que ser rápidos, porque ya está pendiente de ellos un buen contingente de lagartijas roqueras.

Araña lobo de patas delgadas (Pardosa sp.)
)Grillo de la madera (Nemobius sylvestris)

Fuera de la hojarasca, en las praderas cercanas a las rocas, dos florecillas, la estrella amarilla temprana (Gagea bohemica) y su prima Gagea pratensis, representantes de las más de 200 especies de este género de liliáceas, también se incorporan a mis descubrimientos botánicos.

(Gagea sp.)

Otros puntitos que en marzo requieren mi atención son los de las primeras flores del matorral. Ya he visto el primer morado de brezo y el primer amarillo de escobón.

Otros protagonistas vegetales que empiezan a despertar son los cerezos silvestres, que este año y aquí, han adelantado las hojas a las flores. 

Para deleitarme ha sido el descubrimiento de una rareza en flor, la escuamaria. Es una preciosa planta, parásita de avellanos y alisos. Sus raíces se sueldan a las del árbol y a través de una especie de inserciones, absorben directamente savia elaborada.

Escuamaria (Lathraea squamaria)

Los animales también están reaccionando a esta primavera adelantada. Pasadas las heladas, las hormigas entraron en actividad. Cada hormiguero que he visto bullía de obreras reparando el edificio y escrutando los alrededores en busca de cuanto resto orgánico, no importa si vivo o muerto, pudieran llevarse a la colonia.

Hormigas (Complejo Formica rubra)

Y el resto de insectos ya se enseñorea del Hayedo. Las larvas de la doncella de la madreselva (Euphydryas aurinia) son cada vez más abundantes, frecuentando su planta nutricia. Han aparecido también las hembras de la limonera, fáciles de reconocer por tener el mismo diseño que los machos pero mucho más pálido, casi blanco. Este desfase temporal entre machos y hembras es normal y ahora empezará el celo de estos llamativos (el amarillo en el interior de un bosque es casi imposible que pase desapercibido) insectos. He podido admirar ya los primeros ejemplares de auroras, arlequinadas, niñas y nacaradas. Y a una imponente pavo real (Aglais io) en la entrada. Y a avispas de la arena empezando a perforar sus agujeros en la senda…

Me resulta difícil recordar cada novedad por lo vertiginoso de los acontecimientos. Y porque yo también experimento cambios, que la llamada de las hormonas es imparable. Ha empezado mi celo y no dejo de pregonar que tengo un espectacular territorio junto al Roble del Río. Lo mismo que hace cada pajarillo por todo el bosque. Tolero que se me acerquen algo herrerillos y carboneros, pero de ninguna manera rivales de mi especie. Por cierto, algunos de esos páridos tienen un excesivo entusiasmo y no es extraño ver cómo pretenden expulsar de su territorio a su imagen de un espejo.

Herrerillo común (Cyanistes caeruleus)

Algunos animales de mayor tamaño también han aumentado sus indicios. En concreto garduñas y zorros, que no paran de marcar sus recorridos. Y los tejones que, aunque intentan esconder sus deposiciones, conmigo eso no es posible.

Y alguna mañana fresca, justo antes de empezar a calentar el sol, me ha sido fácil sorprender a los ratones de campo escondidos y un poco aturdidos en la hierba.

Ratón de campo (Apodemus sylvaticus)

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Abril de 2023

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Sito XXI

Hola de nuevo. Como seguramente sospecharéis… voy a empezar hablando de meteorología. En el Hayedo de Montejo, febrero ha sido un mes muy frío… pero con matices. La temperatura media ha sido 2,5°C, que no parece que haga castañetear mucho los dientes. Ha sido así porque las máximas han sido altas. Salvo el día 25, siempre por encima de cero. Pero es que las bajas han sido tremendas, produciendo una media de las mínimas de -4,11°C. ¡Y qué mínimas! De -8,5° la más baja, pero muchas madrugadas por debajo de -5°. Y desde finales de enero, empalmamos 23 días seguidos con valores negativos.

Pues eso no ha detenido mi fenología ni la de mis vecinos. Yo, a la fuerza, he estado muy activo todo el mes, ampliado ligeramente mi territorio porque no sobra el alimento.

Vegetales y similares sí han notado el frío. Los que empezaron con fuerza su periodo vegetativo se han estancado un poco. Por ejemplo los avellanos, cuyos amentos (inflorescencias) este año están durando una eternidad.

Avellano (Corylus avellana)

Sí he visto cierto avance en la celidonia menor, que en algunas praderas resguardadas que no se han congelado demasiado, ha empezado a florecer.

Celidonia menor (Ficaria verna)

A principios de mes me volvieron a sobresaltar las grullas con su escandaloso vuelo. Me sorprende que ya suban hacia el norte, cuando aún domina el invierno. Pero al parecer se puede tratar de un desplazamiento parcial y que estén subiendo a los humedales del norte de la Península para preparar el salto europeo.

El calor diurno espabila a bastantes insectos: las limoneras (Gonepteryx rhamni) ya acompañan a los visitantes en las sendas; vanesas y olmeras se asolean en los troncos de los robles. Estas especies nos parecen tan tempranas porque pasan el invierno en estado adulto.

Vanesa (Vanessa atalanta)
Olmera (Nymphalis polychloros)

Los abejorros de la madera (Xylocopa sp.) ya pasean por el bosque sus reflejos tornasolados y he visto a un hermoso ejemplar de aceitera (Meloe sp.) en un tramo de Senda del Río… Todo muy normal.

Las que para mí no son tan normales (pero es porque no me suelo fijar demasiado en ellas) son las moscas de invierno. Con un poquito de sol son capaces de posarse hasta en la nieve.

Mosca de invierno (Superfamilia Nemouroidea)

Ya están las orugas de la madreselva (Euphydryas aurinia) devorando las primeras hojuelas de sus plantas nutricias.

También me han gustado mucho las primeras avispas que he avistado. Dos me resultan especiales: la avispa cuco, llamada así porque parasita nidos de otras avispas. Y la avispa del papel, que hiberna vivaqueando, sin avispero, madriguera o cualquier otra guarida.

Avispa cuco (Chrysis cf. ignita) (1)
Avispa de papel (Polistes dominula)

Otro insecto que he tanteado (ya sabéis lo que como) ha sido uno verde que descubrí andando rápidamente por el lecho arenoso de un camino. Me hizo frente y le dejé tranquilo, porque sé que las cicindelas, además de muy rápidas, son voraces carnívoros. Yo no puedo ser su presa, pero valoro mucho mi integridad como para arriesgarme con un insecto que puede defenderse.

Escarabajo tigre (Cicindela campestris)

Y en el capítulo de rarezas, tengo tres: por lo escaso, una ardilla, que no es de las habituales en el Hayedo, rebuscando por el suelo junto al Haya de la Roca. Por lo temprano, un educador al que escuché que ya había oído cantar a un cuco en el pueblo de Montejo. Y por lo mucho más temprano, un macho de papamoscas cerrojillo que vislumbré a la entrada de mi bosque.

Y relacionado con los papamoscas (me imagino que le ocurrirá como con las grullas, que es de los primeros individuos “en paso”), me llamó la atención el trajín de cajas nido que estaban produciendo una mañana educadores y educadoras del Hayedo. Las descolgaban, vaciaban, limpiaban y reparaban para volver a colocarlas de nuevo en un escrupuloso orden numérico.

Este apoyo a los insectívoros, pese a realizarse en un bosque con muchas oquedades que brindan numerosas oportunidades de anidación, es muy importante para los estivales más tardíos. La limpieza de las cajas nido, además de higiene a sus especies usuarias, proporciona valiosa información sobre la limpieza previa, materiales predilectos y utilizados, dimensiones, parásitos, presencia de basura…

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Febrero de 2023

  1. cf. Confer: Consulte. Se utiliza cuando no hay seguridad completa de la taxonomía de una especie, pero se parece mucho a la que se cita, estando prácticamente seguro de que lo es. 
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Sito XIX

¡Feliz año nuevo, amigas y amigos! Porque empezaréis a leer esta crónica de diciembre con el año 2023 ya empezado.

En este mes mantenemos la “rutina” de las rarezas meteorológicas. Porque seguro que también habéis notado que sigue faltando el frío. Muchas jornadas hemos tenido temperaturas superiores a las normales en 5 y hasta en 10ºC. Y por normales me refiero a frecuentes. Unas poquitas heladas hasta mediados de mes y una nevada de unos 5 cm el día 11 es de lo poco normal que mencionar. Las lluvias y el rápido deshielo de esa nieve hicieron atronar y desbordarse al Jarama.

Explanada del Área Recreativa inundada

Y desde entonces, tiempo tibio. Qué lejanos me parecen ya esos diciembres en los que las salpicaduras del Jarama iban haciendo cubiertas de hielo en las piedras y ramas del cauce. Mis vuelos por el Pasillo de la Senda del Río tenían que ser rápidos y si me paraba, como no inflase a tope mi plumaje, me quedaba helado. La mínima del mes ha sido de – 6,2ºC el día 2, pero la máxima 12,3ºC el 26.

Aparentemente, los seres vivos del Hayedo también estamos de invierno. Hay pocas novedades… para ojos inexpertos, claro. Porque algunos no han dejado de estar presentes. Como ciertos ejemplares de Tremella en muchas ramas de roble caídas. Y en algunas ramas de árboles vivos, lo cual, tratándose de hongos saprófitos (que se alimentan de materia orgánica en descomposición), no es muy buena señal.

Tremella mesenterica

La más visible y habitual para mí es la anaranjada T. mesentérica, pero también he descubierto a la T. globispora, de aspecto un poco inquietante.

Tremella globispora

Los últimos días de diciembre comenzaron a “desperezarse” algunos gamones e incluso apareció un ejemplar de azafrán silvestre, aunque lo vi un poco desmejorado, quizás a causa de la escarcha.

Gamón (Asphodelus albus) y azafrán serrano (Crocus carpetanus)

Y con la ausencia de heladas fuertes, no hay mella aparente en muchas plantas amantes de la humedad. Como el culantrillo menor, espléndido en los roquedos junto al río.

Culantrillo menor (Asplenium trichomanes)

Letrina de tejón (Meles meles)

A principios de mes descubrí una culebra viperina (Natrix maura) de unos 30 cm, asoleándose en un claro junto al río. Los tejones están excavando nuevas letrinas en no pocos rincones del Hayedo, preferentemente a los pies de los brezos. Para lectores escrupulosos, puede resultar chocante tratar sobre excrementos, pero rara vez podrán contemplar en libertad a muchos de los animales de los que cuento historias. Y este diciembre, los tejones han debido encontrar extrañas fuentes de alimento…

En los días soleados no es difícil encontrar lagartijas roqueras tomando baños de sol… La vida sigue adelante en mi bosque.

Y muchos visitantes humanos lo comprueban. Como el día 10. Mi permanente búsqueda de comida se vio interrumpida por los gritos de los integrantes del grupo.

– ¡Qué mono! ¡Parece un peluche!

Como a veces mi curiosidad puede a mi apetito, volé deprisa para descubrir la causa. No era otra que un joven ejemplar de topillo mediterráneo que el grupo había sorprendido en el camino. No del todo activo a causa del fresquito, la gente pudo admirar a este animalillo al que, por cierto, no encuentro nada bello. No tiene comparación con la hermosura de cualquiera de mis polluelos recién nacidos. Para las personas amantes de la escala, la ramilla que tiene a su lado es la cubierta de un hayuco, generalmente no mayor de 4 cm.

Topillo mediterráneo (Microtus duodecimcostatus)

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Enero de 2023

Sito XIX PDF
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Sito XVIII

¡Qué rollo el otoño! Con tantos humanos por cualquier rincón de la Sierra, no hay forma de hacer bien mi trabajo. ¡Si espantan a todos los animales!

Como cada otoño, el reclamo del color ha reunido a muchísimas personas en mi bosque. Y en noviembre también han tenido el reclamo del calor, porque no ha hecho mucho frío, la verdad. La primera helada, el día 5 (-1,8ºC), presagiaba un otoño fresco, pero hasta la última semana no volvimos a bajar de 0ºC, varios días seguidos de heladas suaves. Y las máximas también han sido altas, menos en la última semana que se acercaron más a los valores previsibles por San Andrés.

Y aunque no todos los días, ha llovido. A los 100 litros de octubre se han sumado los 192 de noviembre, que no han hecho que tengamos un año “normal” (¿y qué es normal ya?), pero han aliviado al campo. Y al Jarama, que ha vuelto a sonar con fuerza. Pero lo extraño, a lo que no me acostumbro, es a que la lluvia de noviembre se parezca a la de agosto. Hemos tenido dos granizadas, una espectacular tormenta con innumerables rayos y truenos y tres vendavales.

Granizada en el Hayedo

El resultado ha sido lógico. Un imponente fuste de haya, que llevaba muerto un par de décadas y era ya un hito en la Senda de la Ladera, ha terminado por desplomarse. Lo curioso es que no fue en el día más ventoso ni lluvioso, pero el ancla de sus raíces acabó por ceder.

Fuste de haya caido

Y la mayor parte del bosque ha cambiado de sitio sus hojas. ¡Ahora es cuando se ve de verdad la arquitectura de los árboles!, que en un lugar como el Hayedo no es algo menor. Comienza la época de disfrutar mejor las increíbles formas que los siglos han modelado en los portes de un millar largo de árboles centenarios.

Pocas novedades se han añadido a esta caída de la hoja. El frío ha liquidado casi todos los hongos, y solo en la primera quincena hemos seguido teniendo con cierta abundancia boletos, mucídulas, y coprinos.

Y he descubierto dos llamativas especies: el simpático hongo cono de cera, que parece sacado de una peli de dibujos animados y la increíble melena de león, que adornó uno de los robles del final de la Senda del Río.

Cono de cera (Hygrocybe conica)
Melena de león (Hericium erinaceus)

Los vegetales han estado preparándose para el invierno y su obligado reposo. Solo algunas hiedras que comenzaron su floración y unas pocas “acebas” en fruto, que este año me parece menos abundante que de costumbre, han aportado algo de viveza al bosque.

 Sapo común (Bufo spinosus)

Los animales tampoco es que hayan menudeado y menos los poco habituales en mi bosque. Volví a observar a un sapo común buscando acomodo en un húmedo tronco junto a la senda.

También he escuchado con profusión a los arrendajos que, como el mes pasado, tienen la oportunidad de abultar sus despensas. He visto subir en espiral por los troncos de hayas y sobre todo de robles al agateador común, al que sorprendo a menudo dando esquinazo a los visitantes, que solo pueden intuirle fugazmente. Y he tenido ocasión de saturarme con el característico tui tui de los descarados trepadores azules, casi en cualquier rincón.

Aunque por encima sí he presenciado movimiento. El de algunas rapaces que parecían comenzar el celo, como una pareja de milanos reales que nos sobrevolaron, cortejándose con arriesgadas acrobacias. Y sobre todo el paso de las grullas hacia el sur, igual hacia la lejana Extremadura o Doñana, a pasar el invierno. Con su escandaloso vuelo, las interminables uves de decenas de individuos que, esforzadas pero infatigables, han enfrentado los vientos, a veces el de las tormentas, para trasponer la Sierra a través de los puertos.

Y a finales de mes oí la despedida de un educador contando a los visitantes que el Hayedo se ha presentado como candidato a ser Bosque del Año. Igual sirve para que haya más personas que se interesen por mis rincones, pero, por favor, ¡que no sea solo en otoño!

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Diciembre de 2022

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Sito XVII

Hola. Hasta la penúltima semana de octubre pensaba iniciar mi crónica mensual diciendo que el otoño nos había dado plantón. Porque hasta ese momento nada indicaba que los árboles de mi bosque fuesen a cambiar su color. Sólo los cerezos, muy tocados por la sequía, habían dado señales de cambio y hacia el 20, muchos tenían las hojas en el suelo.

El motivo del aparente retraso del color lo habéis experimentado también: el frío ha brillado por su ausencia. Está claro que no se trata de las temperaturas del verano, pero hemos estado, a menudo, más de 10ºC por encima de la temperatura habitual para este mes. Representativo de ello es que la mínima de septiembre (0,5ºC) haya sido menor que la de octubre (1,9ºC). Y que el resto de mínimas mensuales hayan sido demasiado altas, hasta unos agobiantes 10,6ºC el día 23. Las máximas se han comportado de forma similar, superiores a los 20ºC más de 7 días al principio, con 23,6ºC de máxima mensual, pero siempre por encima de 14ºC. Sólo la lluvia ha aliviado este calor. Por partida doble, ya que refresca el ambiente y en días nublados no suben tanto las temperaturas.

Fustal en el Hayedo de Montejo

Sin embargo, varios días de temperaturas algo más bajas han dado comienzo a la otoñada. No va a ser de esas en las que todo mi bosque está ocre, amarillo y rojo a la vez, sino que progresivamente se irán incorporando nuevas hojas al festival de colores cálidos. Normalmente, las especies caducifolias dan comienzo al otoño cuando hiela. Anticipan con ello su estación más desfavorable y retiran de las hojas las sustancias que se pueden almacenar. Y la más destacada es la clorofila, cuyo verde oculta hasta entonces los otros colores.

Rama de haya

Con calor y humedad no es de extrañar que los protagonistas de mi crónica sean los hongos. Las setas nos dan una pequeña muestra de biodiversidad, que muchos humanos sólo valoran si son grandes, comestibles y, preferentemente, gratuitas. Las setas son como las flores de los hongos, los cuerpos fructíferos, origen de la siguiente generación. Es extraño que sólo en tiempos recientes se comiencen a conocer a fondo algunas de las importantísimas funciones de los hongos en los ecosistemas terrestres, sobre todo en los bosques: descomponedores, reserva de principios activos, simbiosis con los árboles, movilización de agua y nutrientes, comunicación… Por eso me sabe tan mal ver, desde mi rama preferida, algunos comportamientos irrespetuosos: personas que rompen las setas (por diversión o por si son venenosas, dicen), que usan bolsas de plástico para transportarlas (con lo que impiden su reproducción), que las recogen sin estar plenamente desarrolladas, muy pasadas o muy lavadas (con lo que no pueden estar seguros de qué especie son), que arrasan con ingentes cantidades sin saber que todas tienen un dueño humano… Al final de mi crónica añado una minúscula representación de esta diversidad cuya protección debería concernir a todo el mundo.
Los únicos vegetales que me han llamado la atención son los acebos, que ya lucen el rojo de sus frutos, las hiedras, a punto de florecer y un despistado y extraño gordolobo que se ha dejado engañar por el calor.

Gordolobo (Verbascum simplex)

Y animales pocos, que ya ni me acuerdo de los ruidosos estivales. Ruido inquietante el de los azores, cuyos pjiiia pjiiia, me han asustado no pocas mañanas. Y los arrendajos, que esparcen sus graznidos por todo el bosque. Incluso los migradores parciales también nos han dejado, seguro que bajando a los pueblos. Es lo que hacen los petirrojos, que tanta compañía (y competencia por el alimento) me han hecho en verano. El calor ha espabilado muchos días a los insectos, sobre todo abejorros, avispas y avispones. Y a las pesadas moscas, que a veces han zumbado casi como en verano. En un rato de calor me fue fácil descubrir a un murgaño de patas cortas fuera de su refugio. No lo confundáis con una araña, aunque sea de la misma clase (Arachnida).

Opilión de patas cortas (Odiellus carpetanus)

Anfibios y reptiles apenas se dejan ver por donde me muevo. Aunque una anécdota graciosa (para los demás, no para ella) tuvo como protagonista a una lagartija roquera. Se la encontró el grupo en la Senda del Río, atascada por las patas traseras en un agujero de un tronco caído. Está claro que para un reptil no es lo mismo entrar que salir. Interrumpió su hibernación por las altas temperaturas y tuvo la suerte de que la descubrieran humanos compasivos y no un predador.

Lagartija roquera (Podarcis muralis)

El resto de animales son bastante habituales por donde campeo: el mirlo acuático, presente en muchos tramos del río y la garza, solitaria ya desde que perdió a su compañera. Es frecuente verla andando por las rocas y el matorral frente a la poza.

Un gran revuelo supuso para todos los habitantes del Hayedo la caída en la trampa de un visón americano. Este invasor, escapado en las décadas de los setenta y ochenta de las numerosas granjas legales e ilegales que proliferaron en todo el Sistema Central, es casi sin duda el responsable de que cada vez me sea más difícil encontrar a la nutria. Y de la extinción local de la rata de agua y el desmán ibérico que, aunque escasos, era posible admirar hace dos décadas en este tramo del Jarama. El visón cayó en la única trampa que se había dejado para explicar la campaña de control y fue retirado por los Agentes Forestales de la Comarca.

Visón americano (Neovison vison)

Un saludo y hasta el mes que viene,


Sito. Noviembre de 2022

Setas Hayedo
Sito XVII PDF
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Sito XVI

Hola de nuevo. Este septiembre nos ha dejado algunas sorpresas y la meteorología ha sido la que menos me ha llamado la atención. No en vano, el noveno mes se caracteriza tanto por unos fenómenos como por los contrarios (septiembre seca las fuentes o se lleva los puentes). Comenzó siendo una fiel continuación de agosto, caluroso tanto de día como de noche y, lo peor, de un ambiente sequísimo. Pero el final se ha parecido poco al principio. Las máximas se acercaron en varias ocasiones a los 30º pero se han ido suavizando. Las mínimas, altas a principio de mes, se desplomaron en varias ocasiones (3,8º; 1,4º y un helador medio grado positivo del día 26). Y por fin ha llovido de forma significativa. Algunas tormentas a primeros y mediados, breves pero intensas, y un poco de temporal a finales. Cerca de 60 litros en el cómputo mensual.

Lo acontecido en mi bosque es reflejo de esa meteorología. Todos sus habitantes nos alarmamos cuando en los primeros días empezaron a caer enormes cantidades de hojas de hayas, robles y abedules. Fue algo repentino y muy llamativo. Cuando las condiciones no les permiten sobrevivir, muchos vegetales “apuestan” por desembarazarse de los elementos que no pueden mantener. Primero son los frutos y les siguen las hojas. De haber seguido la aridez extrema, podrían haberlas perdido todas.

Suelo del Hayedo

Ver ese follaje aún verde en el suelo me hizo comprobar que bastantes hayas también habían dejado caer hayucos y, según mis cuentas, este año no les toca. Debéis saber que las hayas son especies veceras, o lo que es lo mismo, dicho de un vegetal, que en un año da mucho fruto y poco o ninguno en otro (lo dice la RAE). Las hayas también en eso son diferentes y el turno de fructificación es entre 3 y 6 años. Aquí, es de 4, con lo que 3 años son “estériles” y uno producen hayucos. El último año de abundancia fue 2020, con lo que hasta 2024 no contaba con tener cosecha.

Hayucos

Lejos de ser algo anómalo, es uno de los mecanismos de resiliencia (capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos, que también está en el diccionario de la RAE) de este y otros bosques. Descompasar algún mecanismo sincronizado da más oportunidades a esos individuos en caso de fenómenos muy adversos. Si se pierde toda la cosecha, al menos hay posibilidades de que sobreviva la de los que van descoordinados. Lo mismo apunta la rareza de producir hojas un mes más tarde que el resto, que incrementa las posibilidades de que su dueña sufra menos con las heladas tardías.

Pero no penséis que me fijo sólo en estas cosas raras. Más me ha llamado la atención el efecto del agua en mi bosque. He vuelto a oír cantar al Jarama (a poco que deje de conversar la gente) y el follaje que se mantuvo, con un poco de humedad y fresco, vuelve a darle al de Montejo el mismo aspecto umbrío y norteño de todos los hayedos. Rincones que a principio de mes parecían sólo un montón de hojas, ahora vuelven a lucir ese aspecto de bosque mágico.

Fustal de Haya

Incluso han empezado a salir setas. Algunas rúsulas, pero también las primeras matamoscas (Amanita muscaria), las café con leche (Coprinus comatus) y la porcelánica mucídula viscosa (Oudemansella mucida).

Me llama la atención lo rápido que crecen algunos hongos que mucha gente cree lentos. Cerca de mi casa, en un tronco caído, un yesquero ha crecido abarcando el efímero tallo de un helecho.

Yesquero (Fomes sp.)

Con los primeros fríos y lluvias han cambiado también los animales más fáciles de descubrir. El suelo más blando y seguramente el olor de raíces y hongos mueve a los jabalíes, que han vuelto a hozar con profusión. Los reptiles apuran las horas y los días de calor, pero cuando falta, se les ve torpes, mucho más lentos en la huida. Es lo que ocurre con las culebras lisas, que veo estiradas, como queriendo aprovechar al máximo los rayos de sol y que casi no huyen de la gente.

Culebra lisa europea (Coronella austriaca)

Menos calor y más humedad, sin embargo, espabilan a los anfibios. En el Hayedo no es difícil encontrar, como he hecho yo este mes, ejemplares de sapo común (Bufo spinosus), y de rana verde común (Pelophylax perezi), aunque no son muy numerosos y sí cada vez más escasos. Un verano como el que acabamos de dejar atrás no es una buena noticia para estos compañeros.

Al contrario que los jabalíes, que están empezando a catar las bondades del otoño, los murciélagos apuran el calor. A mediados de mes y a mediodía, no me ha sido raro descubrir algún ejemplar del género Pipistrellus remontando en los claros del robledal. Pareciera que anticipan la falta de insectos y aprovechan cualquier momento para acumular reservas.

Y el final es una nota triste. Seguro que ya os he contado alguna vez que se ha ido incrementando la presencia de garza real en el Hayedo, una visitante más que excepcional hace décadas. Muchas mañanas era frecuente que los primeros grupos de visitantes fuesen espantando río arriba a uno o dos ejemplares. El día 22 descubrí los restos de uno, algunas de cuyas plumas estaban mordidas, señal inequívoca de que el predador no fue un ave. El día 20 hubo una fuerte tormenta que, si empapó el plumaje de la garza, la dejó desvalida frente a los implacables carnívoros.

Plumas de garza real (Ardea cinerea)

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Octubre de 2022

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Vocabulario tradicional de la Reserva de la Biosfera de la Sierra del Rincón

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Sito XV

Hola de nuevo. Agosto de 2022 ha sido un mes “movidito”. Esperaba empezar mi crónica con buenas noticias meteorológicas y solo puedo describir así las del final. Y a medias, que a veces las lluvias traen también, escondidas, malas noticias.

El mes empezó cálido, mucho, pese a disfrutar una tormenta el día 2, cuyo alivio duró poco. Del 12 al 18 tuvimos cierto consuelo térmico y de nuevo fuertes calores hasta el 25. Desde entonces, las preocupantes cifras de más de 30º no han vuelto. El otro aspecto de la temperatura, las mínimas, también han tenido “efecto tobogán”. Muy altas, cercanas a 12º, con unos terribles 15,9º el día 13, pero con unos sorprendentes 5,3º el 19, revitalizantes para la vegetación.

La humedad ha destacado por su ausencia. Sólo cuando hemos tenido lluvia, que no ha sido masiva (17,8 litros por metro cuadrado en tres episodios de tormentas) ha subido, pero de forma muy efímera. Sí han servido esas tormentas para lavar la cara al bosque, salvar brinzales a punto de secarse y aliviar en algo al Jarama. Pero su carácter tormentoso suele traer erosión, algo que seguramente padecerán los numerosos bosques y campos incendiados este verano. Aquí, el pobre mirlo acuático buceó un par de días a ciegas.

Río Jarama tras la tormenta

La vegetación ha seguido adelantándose. ¿Cómo si no se explica que haya visto la primera quitameriendas (Colchicum montanum) el día 7 cuando siempre aparece por aquí en septiembre? La sequía seguro que tiene que ver. Como con la marchitez acelerada de muchos helechos y otras plantas.

Helecho común (Pteridium aquilinum)

En algunas partes del robledal, el suelo luce un aspecto casi otoñal por la gran cantidad de hojas caídas por la sequía. Y además, las del año pasado no se han llegado a descomponer por completo. En las partes más soleadas y en las que menos desarrollado está el suelo, numerosos robles se han “agostado”. A mí me parece un fenómeno hasta cierto punto normal, porque miro las ramas y casi todas tienen yemas, señal de que, si no hay más catástrofes, volverán a brotar. Pero bastantes árboles jóvenes y los que no cuentan con cepas resistentes no tienen aspecto de poder rebrotar. Y si veranos así se repiten mucho, quizás llegue a ser irreversible incluso para robles maduros.

En este panorama contrastan las hayas, verdes y con un aspecto terso que no delata la aridez que soportan. Seguramente se deba al letargo estival que presentan las del Hayedo de Montejo, un fenómeno descrito por quienes investigan este bosque y que les permite sobrevivir los rigores veraniegos.

Me llaman también la atención sus hojas, gruesas y duras. Tengo que preguntar a algún ave invernante, de las que bajan del norte, si las hayas de por allí tienen esas características o es otra adaptación más de las montejanas al clima.

Haya (Fagus sylvatica)
Acónito (Aconitum napellus)

El resto de la vegetación parece normal, con el acónito morado como “prota” del mes, aunque en menor cantidad que otros años, me parece a mí.

Y también las agallas, con la acostumbrada cantidad de agallones de ramas y hojas de roble y algo más abundantes que de costumbre las de yemas. Menos cuantiosas pero espectaculares me resultan las agallas de rosal.

Agalla de rosal silvestre (Rosa sp.)

Y la fauna ha seguido prosperando. Algunas matas de hierba de Santiago (Jacobaea vulgaris) han sido consumidas por la oruga cinabrio (Tyria jaceobaeae) cuya planta nutricia es, precisamente y como dice su nombre científico, la hierba de Santiago.

Muchos parientes aviares han sacado adelante su segunda puesta. Como es mi caso, a medias con mi pareja, claro. Eso ha supuesto una ingente cantidad de inmaduros por el bosque, presa fácil para los predadores hasta que no completen su aprendizaje. Agateadores, chochines y muchos otros jovenzuelos se han estado acercando confiados a los visitantes, confianza que pueden pagar cara si no mantienen las precauciones con gavilanes, azores, arrendajos (que si pueden también comen pajarillos), gatos monteses o garduñas. Pero los más pardillos no han sido los de ese nombre sino los petirrojos, a los que los humanos casi pueden tocar de confiados que son nada más independizarse. ¡Ya aprenderán! Porque a mediados de mes tuvimos el momento clave de la emancipación de crías de rapaces forestales. En la ladera hemos visto con pavor a una enorme hembra de azor y a sus dos crías, volanderas ya.

Inmaduro de petirrojo (Erithacus rubecula)
Hembras de ánade real (Anas platyrhynchos)

Y en agosto, el Jarama ha tenido dos visitas destacadas: la cigüeña negra, que empieza a resultarme familiar y cuatro hembras de azulón que estuvieron una mañana disfrutando de sus frescas aguas.

Cerca de mi nido he detectado la presencia de un habitual, el tejón. Y no por verlo, que sus costumbres preferentemente nocturnas no casan mucho con las mías. He podido contemplar su característica huella en el barro húmedo y cómo ha abierto nuevas letrinas cerquita de la senda. Los tejones son mustélidos “muy limpios”, que siempre defecan en agujeros que excavan en el suelo. Pareciera que a diferencia del zorro o de la garduña, que gustan de hacer pública su presencia marcando el territorio con sus heces, el tejón prefiriera pasar desapercibido.

Huellas de tejón (Meles meles)

Me llamó la atención una gran actividad de avispones por el suelo del bosque durante los primeros días de mes. Hábiles voladores, a lo mejor buscaban presas fáciles o quizás plantas de las que extraer materia prima para sus avisperos. A pesar de constituir un apetitoso bocado para los abejarucos, en bandos cada vez más abundantes sobre mi bosque, yo no me atrevo con un insecto de dos centímetros y medio que cuenta con unas mandíbulas y un aguijón que para mí pueden ser letales.

Avispón europeo (Vespa crabro)

Y para finalizar, reconozco el susto que me llevé al ver un enorme ejemplar de pez en una de las pozas del río. Ya sé que la refracción del agua hace que los objetos sumergidos parezcan más grandes; y que sólo con un rápido vistazo al lomo no se puede asegurar, pero por su enorme tamaño, que a mí me parecía imposible para un río poco profundo como el Jarama en este curso alto, pensé que había conseguido llegar hasta el Hayedo la invasora trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss). Otros avistamientos más reposados y poner la oreja a las conversaciones del equipo educativo, me confirmaron que es un enorme ejemplar, de cerca de 40 cm, de trucha común (Salmo trutta fario). Los educadores llaman Bruce a todo gran ejemplar de trucha. Como el tiburón de la célebre película, que Spielberg bautizó así en “honor” a su abogado.

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Septiembre de 2022

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Sito XIV

Hola de nuevo. Como seguramente pase en vuestro barrio, no hay manera de empezar hablando de otra cosa que no sea del tiempo. Y de nuevo por sus valores de récord. Si la de junio fue la ola de calor más temprana, la de julio ha sido la más larga, 23 días de un calor atroz. Y muy dura, que hemos padecido la máxima desde que hay datos (34,7ºC), el mayor periodo con más de 30ºC (quince días) y también la racha más larga sin bajar de 10ºC (nueve jornadas). Todo ello con la humedad relativa del aire a menudo por debajo del 20%. Y eso que una tormentita dejó 7 escuálidos litros el día 12. ¡Una ruina!

Porque ha tenido consecuencias y alguna ya la anticipé. El día 21, un gran estruendo llamó mi atención. Fue uno de tantos días de calor sofocante, ¡que no estamos acostumbrados a estas temperaturas tan altas y durante tantos días seguidos! Bueno, perdonad, que me voy del tema.

Roble del Río

Como os digo, al sentir ese ruido tan grande, me acerqué volando rio abajo (¡qué poquita agua lleva el pobre este año!, por cierto) y, con gran sorpresa, encontré la razón del estrépito: otro brazo del viejo Roble del Rio, que fue árbol singular y que incluso tiene un poema de Rafa Brun, nuestro cronista favorito, se había partido y reposaba ya a su lado, en el suelo. ¡Qué curioso!, pensé, si hoy ni llueve, ni nieva, ni sopla el viento. Más bien todo lo contrario, el calor era asfixiante en ese momento y el aire no me movía ni una pluma. Me acerqué a la parte fracturada para aprovechar algunas larvas de insectos de la madera y observando todas esas astillas recordé lo que escuché a las podadoras que el año pasado hicieron la poda de seguridad. Podría tratase del terrorífico SBD, las siglas del inglés “Summer Branch Drop” o caída de ramas en verano, producto de una situación prolongada de calor y sequedad. La madera pierde tanta humedad que ve reducida su elasticidad y ya no aguanta su propio peso, estallando sus fibras. Es algo que se observa en ramas vivas, pero a veces también en las muertas. Os pongo un enlace para conocer más: https://jardinessinfronteras.com/2020/03/31/summer-branch-drop-sbd-concepto-y-caracteristicas/

La vegetación del bosque no ha procurado muchas más novedades, como no nos fijemos en la proliferación de la madreselva, en la fructificación de todas las especies que os describía el mes pasado y en lo que me maravilla que las hojas de árboles y arbustos sigan teniendo un mínimo de tersura con tan poquísima humedad.

Madreselva (Lonicera periclymenum)

Esta ausencia de noticias vegetales ha sido compensada por las animales. Con los insectos en primer lugar. ¡Qué susto me llevé al acercarme a aquella oruga tan “gordota” y de aspecto tan apetecible! Fue tocarla con mi pico y dio un respingo con tanta fuerza que a poco me llevo un pinchazo con el aguijón que tiene en el extremo. Con esa actitud defensiva, esta oruga de la esfinge del tilo me mantuvo a raya, no fuera que esa cola pinche de verdad. Otras veces he visto estas orugas de color verde y se vuelven más oscuras cuando van a empezar su fase de crisálida. Quizás fue un exceso de confianza atreverme con este “orugón”, ya que difícilmente hubiese podido tragarme semejante bocado.

Larva de la polilla esfinge del tilo (Mimas tiliae)

Buscando un poco de sombra me acerqué hasta el porche de la Casa del Hayedo y allí me llevé otra sorpresa. Resulta que hacía unos días que empezaron a aparecer las polillas de la oruga de piñón, también llamada orugueta del almendro (yo creo que porque antes era propia de zonas más cálidas). La verdad es que a mí no me gusta, y creo que a otros de mis compañeros alados les pasa lo mismo. Aunque las vea por cientos, no me atraen. Tienen un no sé qué, un sabor y un tacto en el pico que no me va.

Orugueta del almendro (Aglaope infausta) y lagartija roquera (Podarcis muralis)

Bueno, pues como os digo, estaba en el porche disputando con mi amiga la lagartija roquera algunos de los bichillos que revoloteaban o reptaban por el suelo cuando, de repente, cayó una orugueta al suelo y, ¡zás! salió la lagartija como un rayo a por ella. Yo pensé, alaaa, para ti, que te aproveche. Pues cuál fue mi sorpresa cuando vi que, quedándose a su lado, le saca la lengua, que es como los reptiles perciben muchas cosas y, de repente, se da la vuelta despreciándola. Ya lo tengo claro, a las lagartijas tampoco les gusta. Así entiendo que esta especie se comporte en nuestra zona como una plaga. Aunque en honor a la verdad, no solo es por eso, que la desaparición de muchos predadores, los nocturnos chotacabras y murciélagos y el aumento de la temperatura, que les permite vivir a mayor altura, también contribuyen.Han seguido dominando el vuelo a poca altura las elegantes medio luto (Melanargia lachesis), un poco más alto las vistosas chupaleches (Iphiclides feisthamelii) y a todo lo largo del río y los arroyos las voraces libélulas. Es poco probable que, por muy grandes que sean las truchas (Salmo trutta fario) lleguen a atrapar alguna de estas, ya que su acecho entre dos aguas está más destinado a moscas, mosquitos y otros pequeños insectos que proliferan cerca del agua. Idénticas presas que buscan con afán las lavanderas cascadeñas (Motacilla cinerea). Este año llevo vistas más de tres parejas en mi zona de campeo, siempre cerquita del río y con éxito reproductivo. Eso sí, salvo que la desgracia aparezca en forma de carnívoro o culebra que atrape a sus crías.

De gran importancia para los insectos, ahora que se van terminando casi todas las floraciones, son los mielatos.

Mosca y mielato

Si os gusta la miel y apreciáis la conocida como miel de bosque (de roble o de encina, generalmente), debéis saber que este producto lo elaboran las abejas no a partir de néctar, sino de un exudado de otras partes vivas del árbol, sobre todo las bellotas, que requiere unas condiciones concretas de calor y humedad. Esta melaza alimenta también a otros insectos y es muy apreciada por su alto contenido en azúcar, pero también en sales minerales y aminoácidos.

Me despido hasta el mes que viene. Y si tengo que empezar con meteorología, ojalá sea con buenas noticias.

Sito. Agosto de 2022

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Sito XIII

Hola de nuevo. Con el solsticio de verano y unos pocos días más, estamos en el ecuador del año.

Junio también ha sido fuente de noticias meteorológicas. Igual os aburre un poco, pero como nos afecta a los habitantes de este bosque, es objeto de mis crónicas. Esta vez ha sido una OLA DE CALOR, que podría parecer normal porque cada vez son más frecuentes. La que sufrimos entre el 10 y el 18 de junio ha sido la más temprana desde que hay datos fiables, con una máxima de 32,3ºC.

Por eso ha habido cambios fenológicos, adelantos todos, entre los protas de este mes. Es el caso del orégano, que ha comenzado a florecer en las solanas y eso que suele ser de finales de julio. O el acónito blanco, aquí una de las flores típicas de mediados del séptimo mes.

Otras flores menores han estado menos adelantadas: los amarillos sedum e hipéricos, las brunelas blancas y azules, los gladiolos, los serpoles, las ortigas fétidas… Cada una en su ambiente, rompiendo por el suelo la verde monotonía del helecho común.

Acónito blanco (Aconitum vulparia)
Satirión blanco (Plantathera bifolia)

Un par de rarezas me han llamado la atención, dos orquídeas que, aunque no supongan sorpresa para los botánicos, a mí me hacen mucha ilusión. Solo una tiene nombre común, el bellísimo satirión blanco. La otra es la Epipactis microphylla, mucho más discreta.

La fauna ha tenido un comportamiento más esperado. Ha destacado el progresivo despliegue de mariposas, con la incorporación al vuelo de multitud de nacaradas y de ícaros.

Yo destacaría la explosión demográfica de la polilla concha amarilla y la abundancia de las medio luto en comparación con las escasas esmeralda clara y la ninfa de los arroyos.

Mi congéneres y yo, como muchos otros pajarillos forestales, ya estamos con la segunda generación de este año. La primera se ha sumado al contingente de aves del bosque. ¡Ojalá tengan mucha suerte y escapen de los peligros que les esperan!
El proceso de emancipación de algunos picapinos ha sido muy llamativo. Es curioso que un insectívoro haya estado varios días enseñando a sus crías a comer las cerezas de un morrino en la entrada del bosque. Y de paso, a picotear y buscar bajo las cortezas de los robles.

Pico picapinos (Dendrocopos major)

Al reclamo de las cerezas también se han sumado los habituales, arrendajos y mirlos. Con sus excrementos dispersarán sus semillas y son claramente los responsables de que haya cada vez más de estos árboles en muchos claros.

Otros animales no son tan fáciles de descubrir. Si no fuese por la potente ladra de los corzos, pensaría que no habitan por aquí. Y el otro día me sobresaltó el vuelo de una cigüeña negra, que solo veo en verano, remontando el Jarama. Y por el aviso de un educador a su grupo, comprobé que en mi bosque siguen criando las víboras.

Víbora hocicuda (Vipera latastei)

Me despido ya, esperando que alguna tormenta de verano recargue el Jarama, que ha visto muy mermado su nivel. Eso sí, deseo tormentas sin granizo ni peligrosos rayos.
Hasta el mes que viene,

Sito. Junio de 2022

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Sito XII

HOLA. Parece mentira, pero ya se ha pasado otro mes. Para quien tenga otras rutinas quizás no haya sido muy cambiante, pero para los habitantes de este bosque los cambios han sido vertiginosos.

Me hubiese gustado contaros que la meteorología ha sido normal, pero hemos vuelto a tener “rarezas”, valores que, aunque no imposibles, si son muy poco usuales. Este mayo, el protagonista ha sido el calor; ¡mucho calor!, y seguro que lo habéis padecido. En el Hayedo de Montejo ha supuesto 28,1ºC de máxima y que el día 23 la mínima haya sido de 12,2ºC.

El resultado no podría ser otro: los vegetales se han vuelto un poco locos. Yo, que me fijo mucho, no paro de sorprenderme de que aparezcan a la vez flores de principio de primavera junto a otras de verano bien avanzado. El suelo ha estado cada vez más moteado del blanco de aliarias, arenarias, saxífragas y sanículas; del amarillo de ranúnculos, celidonias y dientes de león, del rosa de los geranios y del azul de verónicas, aguileñas y acianos.

Diente de león (Taraxacum officinale)
Nomeolvides (Myosotis arvensis)

Pero de este último color, a mí la que más me gusta es la minúscula nomeolvides, quizás porque, como ave diminuta que soy, mi tendencia es a admirar lo pequeño.

Los matorrales también han estado floridos. El brezo morado pasó el relevo al blanco, las retamas, negra y blanca, los codesos y los cambrones. Todos los claros se han ido tiñendo de blanco y amarillo. Y desde mediados de mes se les ha sumado el morado cantueso.

Brezo blanco (Erica arborea)
Claro en el hayedo

Los árboles se han dejado engañar por la bonanza del tiempo. Las hayas un poco menos, la verdad, que ya os conté que en abril no habían acabado de despertar. Poco a poco, han ido desplegando su follaje, endureciendo las ramillas terminales y engrosando y oscureciendo todas las hojas. El resultado es un desconcertante juego de luces, con sombras impenetrables bajo las hayas y deslumbrantes claros.

Los melojos también se han dejado engañar un poco. Mis antepasados siempre contaban que hasta entrado junio no brotaban. Pues a mediados de este mayo ya despuntaban sus hojas, primero rojizas y luego verde claro. A finales de mes, ya estaban todas desplegadas. Afortunadamente, las heladas tardías han respetado este desarrollo.

Hoja nueva de melojo (Quercus pyrenaica)

La fauna también avanza en su ciclo vital. Algunos pajarillos están acabando de criar su primera pollada y trasiegan por su territorio en una estresada búsqueda de alimento. Es mi caso, aunque mi profesión me haga tener más reparos. Resulta que no paro de oír a los educadores del Hayedo que en mi pequeño bosque se llevan inventariadas noventa y seis especies de mariposas diurnas, el TRIPLE que en todo Reino Unido. Si casi me da reparo capturar larvas, que ya sabéis que toda mariposa, antes, ha sido una oruga. Pero es pensar en mis ocho pollitos y se me pasa, que no hacen más que reclamar comida.

Mosca de las flores (Volucella elegans)

Tantas horas de caza dan para muchas pruebas, aunque a mí sólo se me dan bien los insectos no demasiado grandes y que se muevan más despacio que yo. He intentado atrapar a las moscas de las flores, que hacen eso tan espectacular de cernirse, quedarse absolutamente inmóviles en el aire, casi siempre en el borde de un claro soleado. Pero su inmovilidad es engañosa, ya que al menor movimiento (con esos ojazos múltiples no hay quien las sorprenda), desaparecen de mi vista.

Y os dejo con una rareza, una orquídea que ha comenzado a florecer, cómo no, un poco pronto. La escasísima nido de pájaro, es una flor parásita (por eso no es verde), que aparece en los suelos de bosque, sobre todo de hayedos.

Nido de pájaro (Neottia nidus-avis)

Hasta el mes que viene,

Sito. Junio de 2022

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Sito XI

HOLA: Aquí me tenéis de nuevo. Pero muy liado; no me da la vida para mucho más que alimentar a mi prole. Aun así, he sacado un ratillo para contaros las novedades del Hayedo.

Me había propuesto no volver a hablar del tiempo, pero es que nos ha condicionado también el mes de abril: nevó a primeros, llovió a mediados, volvió a nevar algo la segunda quincena… Y tampoco hemos tenido calor y sí fuertes heladas la primera semana y temperaturas “verdaderamente primaverales” el resto. Por todo ello se ha seguido retrasando la primavera. Hasta el punto de que sólo al final de la segunda quincena comenzaron a brotar las hayas pequeñas y finalizó el mes con los grandes ejemplares sin haber roto aún las yemas. Eso se parece bastante a como era antaño, antes de que el clima se trastocase del todo y las hayas estén brotadas ya a mediados de abril.

Pero otros árboles y arbustos de mi bosque han seguido despertando. Me han llamado la atención y mucho los cerezos, en flor por toda la ladera y desde mediados de mes. Afortunadamente para los comedores de fruta, las nevadas no han dañado demasiadas flores. Sus primos los endrinos también han estado en flor, éstos en los claros algo más soleados. Y el brezo morado, que tanto se adelantó, está con un fin de floración casi normal.

Persistentes han sido las hepáticas, que aún siguen en flor en muchos rincones. Y comienza ya el esplendor del resto. Violetas, primaveras, dientes de león, botones de oro, celidonias, candiles… han ido cubriendo muchos rincones, progresivamente más altos, en la ladera. Y los últimos días de mes las aliarias y las saleps se han incorporado a esta alegría florida.

He seguido viendo y oyendo a un sinfín de pajarillos forestales. En este mes, dos llaman mi atención: el agateador común, rebuscando cada rincón de troncos y paredes. Y los chochines, que ya tienen muchos nidos en los que entran constantemente con gusanos. 

Pero la estrella de este mes ha sido el papamoscas cerrojillo, que se ha enseñoreado de todas las cajas nido de la entrada. Es otra especie que, junto con las hayas, no puede disimular el cambio climático, porque lleva años adelantando su llegada desde África. Oí al primer macho el día quince y han ido ocupado toda la Senda del Río. El resto de pajarillos forestales hemos continuado con nuestra tarea de cría.

Y si marzo fue el mes de las aves, abril lo ha sido de los reptiles. Desde el principio de mes han sido cada vez más frecuentes, sobre todo tomando baños de sol. Culebras de escalera, alguna víbora, unos pocos lagartos verdinegros… Pero en este grupo, el protagonismo ha sido para las lagartijas roqueras. En los claros más soleados han ido excavando sus nidos, en los que han depositado sus huevos.

Algunos son saqueados por culebras, tejones o incluso zorros, pero muchos siguen con actividad. Porque quien piense que todos los reptiles son progenitores descuidados se equivoca. Las lagartijas serranas cuidan de sus nidos y en muchas ocasiones sacan los huevos en momentos de excesivo calor para volver a introducirlos cuando la temperatura es óptima. Yo creo que se debe, como pasa con los cocodrilos, las tortugas y más reptiles, a que el calor determina el sexo de la prole y a la naturaleza no le interesa que toda una generación tenga el mismo sexo.

Me despido, pero no sin compartir la historia que nos contaba mi madre en el nido. Luego me he enterado que está basada en la fábula de Esopo que explica nuestro nombre y el crestón amarillo de nuestra cabeza:

Una antigua leyenda cuenta por qué el reyezuelo es el rey de las aves. Se disputaban entre todas ese honor ante el dios sol y acordaron que la que volase más alto sería proclamada soberana de los pájaros. Como en una carrera, comenzaron a volar al tiempo, ascendiendo rápidamente hacia el cielo. Empezaron a destacarse las que tienen el vuelo más potente y resistente a la vez: el halcón, el águila calzada, los milanos. Pero el águila real pronto dejó a todas atrás y siguió ascendiendo como una flecha. Cuando ya se agotó, segura de haber consolidado su apellido, comprobó sorprendida cómo uno de mis ancestros, aprovechando su pequeño tamaño, había volado con ella escondido en su plumaje. Por tan solo el cuerpo del reyezuelo, acabó la carrera por encima del águila, que pagó cara su soberbia. El sol le otorgó a mi antepasado el título de rey de las aves y le distinguió con uno de sus rayos sobre la cresta, que todos los reyezuelos heredamos.

Un saludo y hasta primeros de junio,

Sito. Mayo de 2022

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Sito X

Hola de nuevo. Resulta que en marzo, la meteorología ha vuelto a ser noticia. Y no solo aquí, que seguro que donde vivís también ha sido fuente de conversación.

Os dejé hace un mes diciendo que la primavera, desafortunadamente seca, estaba lanzada. No está siendo así por ahora. Las esperadas lluvias llegaron, y aquí han sido generosas, 145 l/m2 en marzo. En otros lugares han provocado inundaciones, pero aquí han sido muy bienvenidas.

Y también han resultado extrañas, porque en más de una ocasión hemos tenido una lluvia de barro. Mis colegas periodistas de las televisiones nos han saturado con ese fenómeno, la calima, el polvo del Sahara en suspensión que aunque conocido, no deja de llamarnos la atención, sobre todo cuando es tan al norte.

Lluvia de barro

Polvo en suspensión

En lo que respecta a la vida en mi bosque, marzo ha sido el mes de las aves. Mis congéneres han ido poniendo el Hayedo en “modo primavera”. Os lo explico: empiezan a ser menos frecuentes las aves de invierno. Como la garza real, que se ha avistado mucho hasta este mes río arriba y río abajo, pero cada vez es menos frecuente.
Ahora aparecen pájaros más estivales. Algunos solo migran de forma parcial, como los petirrojos, que han subido de los pueblos y de otras zonas más cálidas a reproducirse en el Hayedo.

Petirrojo (Erithacus rubecula)

Y el resto cambiamos de comportamiento. Algunos de mis parientes reyezuelos, atolondrados, se dejan ver de cortejo por toda la Senda del Río, incluso por los visitantes humanos. Los mitos han deshecho sus
grupos invernales y empiezan a alimentarse y a buscar emplazamiento para el nido por parejas. En cada rincón del robledal y del Hayedo se oye sin parar el chichipán de los carboneros y el chichiriichiriichuaaaar de los herrerillos. Los arrendajos no paran con sus graznidos, ni los trepadores azules con su inconfundible tui. Por cierto, estos gamberros se han peleado con mis hermanos, con todos los pequeños insectívoros e incluso con los picapinos.
En un tronco de roble muerto, al lado del Haya de la Pata de Elefante, están cerrando con barro la entrada de un viejo nido de picapinos, señal inconfundible de que quieren criar en él. Y buscando por el Jarama al mirlo acuático descubrí hace unos días un congénere poco habitual por aquí, un andarríos (Actitis hypoleucos) que remontaba la ribera izquierda con su particular zigzagueo.

La lluvia y los días nublados (aunque haga frío, el sol directo “espabila” a muchas plantas) y cierto frío a finales de mes, parece que han frenado brotaciones y floraciones. Veía con preocupación cómo muchos árboles y arbustos estaban adelantando su actividad, pero parece que ha habido tregua.

Sí han seguido floreciendo las plantas de ras de suelo, esas que si lo dejan para más tarde no tienen suficiente luz porque les hacen sombra las hojas.

Azafranes serranos, violetas (en el Hayedo hay al menos cuatro especies diferentes), hepáticas, margaritas… tesorillos escasos y difíciles de encontrar entre la hojarasca que anticipan próximos esplendores. La hepática (Hepática nobilis), que no hay que confundir con otras hepáticas muy diferentes que abundan en las zonas encharcadas, es también de esas especies que tienen flores de dos colores, morado y blanco, pero no en el mismo ejemplar.

Hepática (Hepatica nobilis)

Aceitera (Meloe proscarabaeus)

Mariposas y otros invertebrados también han detenido su fenología. He seguido viendo limoneras y otras mariposas, pero muchas menos que en febrero. Ya he observado la primera aceitera de esta temporada, la “metálica” Meloe proscarabaeus.

Y andando rápidamente por un tronco (se me escapó por poco) al extraordinario ácaro de terciopelo rojo, un increíble miembro de la familia de los Trombídidos.

Y termino con una de las novedades que más alegría me ha dado, el Jarama, que ha vuelto a ser ese río cantarín de montaña. No es que hubiese perdido todo su caudal, pero había bajado tanto que anticipaba mal verano. Lluvias y nieves le han devuelto su aspecto primaveral.

Río Jarama

Un saludo y hasta que acabe abril,

Sito. Marzo de 2022

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Sito IX

Hola de nuevo. Acabé mi última crónica hablando de la meteorología y con ella vuelvo. No sé si os parece, como a mí, que este mundo se está volviendo loco. Los fríos “normales de enero” dieron paso al calor. Os parecerá exagerado que hable de calor, pero en un bosque cuya parte más baja está a 1250 metros de altitud, que en febrero casi no hiele es sinónimo de calor. Y de la lluvia ya ni hablamos. Literalmente, porque ha brillado por su ausencia. Basta decir que en los dos primeros meses de año han caído sólo 35 litros por metro cuadrado. Aunque falta un poco para que llegue la primavera, eso es, más o menos, la décima parte de la precipitación de un invierno “normal”

Con esas condiciones era de esperar que los seres vivos de mi bosque también se desquicien un poco. No es raro que, en los días soleados de febrero, a poco que me quede quieto, sorprenda a las lagartijas roqueras tomando baños de sol. Y cuando oyen algún ruido todas se esconden, pero basta con tener un poco de paciencia para verlas aparecer entre las rocas o los troncos.

Lagartija roquera (Podarcis muralis)

Tampoco es extraño en este mes que los azafranes moteen de lila los claros. De lila, de morado y a veces de blanco, que hay mucha variedad de colores y algunos son albinos.

Azafrán Serrano (Crocus carpetanus)

Lo que ya no es tan normal es que los insectos proliferen todos los días. Las limoneras son muy tempraneras, pero es que ya he visto una buena cantidad de ortigueras, auroras, vanesas… ¡Las mariposas diurnas están alborotadas! Y tampoco han faltado los abejorros, como los habituales bombus y las negras con reflejos morados xylocopas, los abejorros carpinteros. ¡Pero si mis hermanos ya persiguen a las moscas! Ya os digo que no me ha extrañado que se empiecen a ver, sino la variedad, la cantidad y que sea a diario.

Mariposa limonera (Gonepteryx rhamni)
Brezo morado (Erica australis)

Y algunos vegetales también empiezan demasiado pronto su actividad. En las partes soleadas, algunas matas de brezo morado empiezan a florecer.

De momento no son demasiadas las plantas que se adelantan, pero de seguir así brotarán pronto. Y seguro que, como otros años, las heladas tardías se las harán pasar mal. Debéis saber que para muchas plantas leñosas perder las hojas es un duro revés. Sin hojas no sobreviven y si una helada tardía congela su follaje, tienen que utilizar muchas reservas para producir hojas de emergencia. Con ello se complica su floración, su crecimiento o incluso su tamaño, porque a veces tienen que abandonar parte de sus ramas al no poder alimentarlas todas. En árboles muy viejos, estas dificultades les quitan años de vida.

Haya de la trompa de elefante (+2009)

Me despido ya. Aunque los trepadores más viejos pronostican próximos fríos y lluvias, a mí me parece que la primavera está ya lanzada. Todos los pajarillos forestales están en celo y llevamos varios días en que los mirlos no paran de llenar el robledal con sus aflautados cantos. 

Sito. Febrero de 2022

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Sito VIII

En estos nueve años, mi bosque ha experimentado bastantes cambios. Algunos son terribles, como que caiga un gran árbol o algunas de sus enormes ramas. Tenéis que saber que ese triste acontecimiento es algo habitual en un bosque antiguo como el mío. No pocos robles centenarios o hayas de parecida edad han acabado en el suelo, casi siempre por los vendavales de invierno.

Otras veces, una gran nevada tiene efectos parecidos. Y ya sé lo que estáis pensando, que la famosa Filomena causó también estragos por aquí. Os puede parecer mentira pero no fue así, aunque nevó casi tanto como en la capital. Ocurre que hayas y robles están adaptados a casi cualquier inclemencia del invierno. Pero sí ha sido trágica la nevada de mediados de noviembre, que pilló a muchos árboles con hojas y ¡esas sí que recogen nieve! Árboles y ramas enormes han acabado en el suelo. 

Poco antes tuve una desgracia que me afecta directamente. Una gran rama del Roble del Río, junto a mi casa, se desplomó una noche. En esta ocasión la lluvia y el viento hiceron que se agrandase rápidamente una grieta y el peso hizo el resto. El vecindario está revuelto, porque aunque en la nueva rotura encontramos no pocas larvas, descubrimos que lo que queda en pie amenaza ruina, con largas brechas en las ramas. Desde entonces siempre pienso, cuando veo un grupo en la Senda del Río, que quizás sea el último que admire así mi casa.

Otros cambios de estos años han sido para bien. Dos cosechas de hayucos han germinado y ha aumentado el número de jóvenes hayas en el suelo del bosque. Muchas se helarán o se secarán, pero como no se pisa fuera del camino, el resto podrá irse incorporando al arbolado del bosque. Y algo parecido está pasando con los robles, melojos, cerezos, acebos… Poco a poco van aumentando su número.

Y aumentar el número de árboles es lo que hicieron las integrantes más jóvenes de la Casa Real. Las dos Altezas Reales, junto con muchos jóvenes de su edad, plantaron este verano cinco hayas y un tejo en La Plaza, cerca del Haya de la Roca, en su primer acto oficial en solitario.

Hablando ya de cuestiones de actualidad, enero está siendo frío. Pero frío de verdad. Hemos estado más de 15 días con fuertes heladas, de hasta 8º bajo cero. En las zonas más umbrías se ha ido acumulando la escarcha y pareciera que allí hubiese nevado. Todas las salpicaduras del río han ido formando gruesas costras de hielo y en las zonas húmedas, los cristales de hielo levantan la primera capa de suelo hasta 10 cm

Pero nada comparado con otros inviernos legendarios. Como el de 2012, cuando el Jarama se congeló por completo y las vacas andaban por encima sin tan siquiera hacer huella.

Y lo que tiene ser especies de montaña, no hemos parado ni con estos hielos. Mientras busco comida, distingo a los bandos de mitos desplazándose por los robles, a los machos de carbonero común que creo que ya empiezan  a reclamar su territorio y a la garza acechando truchas en el borde del Jarama. Pero no toda la actividad es nuestra, de las aves. Desde aquí alcanzo a ver un azafrán serrano ya florecido.

Y me despido hasta el mes que viene, que intento retomar mi crónica de forma mensual.

Un fuerte abrazo.

Sito. Enero de 2022

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Sito VII

Hola de nuevo. Después de tanto tiempo sin contar nada, debo poneros al día de lo acontecido en mi bosque durante la primavera y el verano.

Aunque todos esperamos que el verano sea un periodo bastante seco, este año ha sido todavía peor, ya que la primavera también lo ha sido; y mucho, ya que apenas hemos visto la nieve y el agua. Pese a ello, el bosque nos procura a sus habitantes una gran cantidad de recursos y el periodo de cría ha transcurrido con bastante éxito. Mi compañera y yo, sin ir más lejos, hemos sido capaces de sacar adelante dos polladas de ocho crías cada una. Aunque no todo está ganado con alimentar a la prole, ya que en verano las fuertes tormentas pueden dar al traste con muchos nidos en los que aún se esté incubando.

Justo en lo más duro del verano, las poblaciones de muchos animales del Hayedo están en su máximo, algo que durará muy poco. Los predadores aprovechan el momento para hacer su particular “agosto”, ¡nunca mejor dicho! y capturar y devorar a los más vulnerables, los nuevos. Estos son los que han nacido este mismo año y apenas dominan su desplazamiento y mucho menos cuando hay prisa para
escapar de sus perseguidores.

Entre los más peligrosos para mis crías y las de otros pajarillos forestales, se encuentra el gavilán, un autentico experto en la emboscada que es capaz de sorprender a cualquier ave, desde un pequeñín como yo, hasta uno del tamaño de un zorzal. Es una autentica pesadilla y cuando más confiado estás entre los inexpugnables brezos y enebros, allí aparece él, importándole poco entrar como un relámpago para
llevarse en un abrir y cerrar de ojos a uno de mis compañeros.

Tarabilla común, compañero de desdichas
frente a los gavilanes

Afortunadamente tenemos un plan de defensa para no vernos sorprendidos a cada momento. Algunos compañeros del bosque como mitos y herrerillos dan la voz de alarma tan pronto como ven su silueta y así podemos ponernos a buen recaudo. Con todo y eso, cada tarde suele haber alguna baja en el bosque. Aunque me sirva de pobre consuelo, en un mundo como el nuestro esto forma parte de la vida y el gavilán tiene también una hambrienta familia.

Pájaros más grandes como arrendajos y palomas e incluso mamíferos como la ardilla tampoco pueden confiarse. Para ellos la amenaza se llama azor. Se trata de una copia del anterior predador pero a una escala mucho mayor, casi el cuádruple en peso. Su estrategia es prácticamente la misma y de hecho son
parecidísimos en casi todo, sobre todo en la eficacia a la hora de perseguir y capturar a sus desafortunadas presas. Aunque su vuelo me produce el mismo sobresalto que otros predadores, en realidad yo ni siquiera soy un aperitivo para este otro monstruo. Gavilán y azor tienen formidables armas contra sus presas: alas redondeadas y de gran superficie, impulsadas por la potente musculatura de su pecho, una cola alargada y acabada en un borde redondeado, ideal para maniobrar entre los árboles y arbustos, una vista muy superior a la nuestra y unas garras alargadas de uñas afiladísimas para que ninguno escapemos.

Pollo de Azor

Sito. Octubre de 2012

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Sito VI

Hola amigos. Aquí estamos de nuevo. En estos últimos días han ocurrido muchas cosas por nuestro bosque.

Lo más destacable para mí ha sido el frío viento procedente del norte de Europa, que ha conseguido algo que no todos los inviernos ocurre: congelarnos por completo el río. Bueno en realidad, que se hiele algo el Jarama es un fenómeno que se da todos los inviernos, solo que en este el grueso de la capa de hielo ha alcanzado espesores de hasta 25 cm. Con esa capa, os podéis imaginar que podía posar mi cuerpito sobre el hielo sin más riesgo que el de pegarme un resbalón, aunque para eso no hace falta tanto hielo. Lo que ya es menos frecuente es ver cruzar a los enormes jabalíes sin que el hielo del río siquiera cruja. Este fenómeno no se ha producido por alcanzar temperaturas mínimas muy bajas, aunque lo hayan sido.

Puente del río Jarama

La causa, sin duda, fue la media de la temperatura, que prácticamente no ha estado por encima de los 0 Cº, ni siquiera al mediodía, durante días y días.
Con tanto frío, también hemos tenido nuevos vecinos. Para mí no son del todo nuevos, ya que en realidad los he visto otros años. Se trata de los piquituertos, una especie muy curiosa de pájaros.

Piquituertos en un roble del Hayedo

Su nombre se debe precisamente a la forma de sus picos, bastante gruesos y con las mandíbulas cruzadas. Esto les ayuda en su alimentación, ya que comen piñones que ellos mismos sacan de las piñas. A mí me recuerdan mucho a los loros y no sólo por los picos robustos, sino por su plumaje colorido, naranja en los machos y amarillo en las hembras. El caso es que se los ve cerca de la casa del Hayedo, seguramente por si encuentran algo de comida en estos días de escasez.

Sito. Febrero de 2012

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Sito V

Hola de nuevo amigos:
Parece que ahora sí que viene el invierno. Algunas heladas comienzan a ser fuertes y con la llegada del frío, tenemos nuevos vecinos en el Hayedo.

Con el inicio de la estación e incluso antes, algunos de mis amigos acostumbran a marcharse hacia el sur, buscando un lugar más cálido. Y los que en verano están más al norte, se vienen a estas latitudes para invernar en un lugar algo más caluroso que el norte de Europa.

Halcón Peregrino

Precisamente este es el caso de los halcones peregrinos. Se trata de una especie migratoria. Los de aquí puede que se desplacen a zonas más cálidas, casi siempre en la misma Península Ibérica. Los escoceses, alemanes, daneses, franceses… vienen a estas latitudes para pasar estas fechas.

Halcón Peregrino (Falco peregrinus)

Este mes he podido comprobar cómo uno de los halcones procedentes del norte de Europa ha llegado con buen apetito a estos lares. Digo esto porque precisamente he sido testigo de cómo capturaba un mirlo común en pleno vuelo.


La cosa sucedió rapiditamente; por algo dicen que es el halcón el más rápido de los animales. Yo estaba muy cerca y la verdad es que me quedé más tranquilo cuando vi que el objetivo de ese proyectil viviente no era este cuerpito tan menudo. No, no es que no lo sienta por el mirlo, lo que pasa es que yo bastante tengo con aguantar este frío que también devora mis reservas. En fin supongo que hacer un viaje tan largo hace que uno llegue a su destino con mucha necesidad.

Halcón con su presa

Cualquiera de mis vecinos que piense que con el frío se han acabado sus preocupaciones y sólo tiene que buscar comida estará muy equivocado. A los gavilanes y azores que nos hacen la vida imposible dentro del bosque se suman estos halcones. En mi caso la probabilidad de acabar en su estómago no es tan alta, ya que cazan en espacios abiertos y al vuelo.

Sito. Diciembre 2011

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Sito IV

Hola de nuevo amigos:

Habitualmente por estas fechas, un servidor tan menudo como yo suele estar bastante preocupado por la llegada del otoño. No, no es que no me guste esta estación; al contrario, me parece muy bonito mi bosque salpicado de colores.
El problema es lo mucho que le afecta el “mal tiempo” a un cuerpito tan pequeño como el mío. Precisamente lo que suelo hacer en estas fechas es darme buenos atracones de comida
para generar reservas de grasa que me ayuden a sobrevivir al frío invierno del Hayedo. Es algo que conocen de sobra los ornitólogos que anillaron a mi primo, que soplaban las plumas de su pecho para ver sus reservas.

Mosquitero papialbo (Phylloscopus bonelli)

El caso es que este año parece que no se quiere ir el verano. De hecho, aún sigo viendo a alguno de mis amigos del verano. Como las golondrinas, que parecen no tener prisa por viajar al cálido sur. O el mosquitero papialbo, que tras sacar adelante a sus cinco crías, a veces se me adelanta en la captura de alguna larva. Cuando le pregunto un poco enfadado cuándo se marcha, me contesta que con estas temperaturas no siente la menor necesidad de emigrar.

Os confieso que a mí me gusta más el calor; pero bueno, esto ya me empieza a preocupar. ¿Quién me iba a decir a mí que a estas alturas estaría deseando que haga “malo”?

Limonera (Gonepteryx rhamni)

Como esto siga así, muchos de mis vecinos lo llegarán a pasar mal. Está ya más que avanzado octubre y no dejo de ver mariposas limoneras, moscas e incluso abejas todos los días. Y da un poco de pena ver a las truchas atrapadas en las pozas, yéndose al fondo para escapar de la garza, que ya se deja ver.

Trucha (Salmo trutta)

Sito. Octubre de 2011

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Sito III

¡Menuda temporada estoy pasando! ¡No gano para sustos! Y todo por las abejas. En realidad ellas no tienen la culpa, sino que son las verdaderas víctimas, pero el interés que despiertan me va a costar la salud.

La causa de mis sobresaltos son las voces que constantemente dan sus perseguidores, el abejero europeo y los abejarucos. Todo el mundo me dice que no debo preocuparme, que los pajarillos no entramos en la dieta de estos dos cazadores, pero no puedo por menos que huir aterrado cada vez que los escucho. Un experto en huidas como el zorzal charlo me da muchos detalles para que me tranquilice.


Me cuenta del abejero europeo (Pernis apivorus), al que antes llamaban halcón abejero, que come abejas, abejorros y avispas y a veces saquea sus colmenas, sobre todo las enterradas. Completa su dieta con algunos anfibios y muchos ratones, por lo que los pajarillos forestales somos inaccesibles para ellos.

Aún así, con el jaleo que monta la pareja del Hayedo, nunca sé si es un abejero u otra rapaz. Llevan más de un mes aterrándome y últimamente más, con sus tres crías aprendiendo todos los secretos de sus progenitores.


Otro motivo de espanto es el tru tru de los abejarucos (Merops apiaster), otro angustioso sonido de verano. Mi amigo charlo también me intenta tranquilizar, ya que según él ni herido sería su presa.

El abejaruco está especializado en capturar insectos al vuelo y un vistazo a su pico debería bastar para calmarme, ya que traga a sus presas y un reyezuelo no cabe por esa boca. Llevo oyéndolos y viéndolos sobre mi bosque todo el mes de agosto y cuando no están aquí, se les oye en la ladera de enfrente, consumiendo los insectos de los rebaños de vacas, sean o no abejas o abejorros.


Pero por mucho que intente tranquilizarme, yo huyo cada vez que les escucho. No en vano, de mi carácter previsor depende mi supervivencia.

Sito, Agosto 2011

Nota: las dos imágenes de este artículo han sido modificadas de fotografías tomadas de páginas web de GREFA (Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat) y SEO/BirdLife (Sociedad Española de Ornitología).

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Sito II

Seguramente sea esta la mejor de las estaciones del año. Me refiero a esta que acabamos de empezar, el verano.

Es sin duda la más fácil para alguien tan pequeño como yo. Recordad que mi peso apenas supera los 5 gramos. Sí, más o menos lo que una aceituna; y no de las grandes.

Lejos queda ahora el invierno, con sus noches heladoras en las que me resulta tan difícil mantenerme caliente. Para la gente menuda esto puede llegar a ser un verdadero peligro, sobre todo si nos pilla con la tripa vacía.
Bueno ahora esto es otra historia. Comida por todas partes: moscas, mosquitos, larvas… temperaturas suaves… vamos, ¡una gozada!

Con la llegada del buen tiempo, también tenemos nuevos vecinos.

Estos pasan el invierno en terrenos más cálidos y se quedan por aquí para criar sus polluelos, aprovechando la abundancia de estas fechas. Supongo que no están tan preparados para aguantar el frío como yo.

Este puede ser el caso del papamoscas cerrojillo, que justamente ahora tiene a sus crías ya volanderas.

Os dejo, que mis crías siguen reclamando su comida y acabo de ver un gordísimo gusano sobre una hoja,

Sito, Julio 2011

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Sito I

Hola, soy Sito, el reyezuelo del Hayedo de Montejo. Os preguntaréis qué pinto aquí,
en una página que parece escrita para mayores. La respuesta es fácil: las chicas y chicos del Hayedo me han pedido que sea su
reportero, un periodista de naturaleza que os vaya contando historias de este bosque. Me sentí muy halagado con la oferta, sobre
todo porque no eligiesen a ninguno de esos presumidos como el azor o el águila real, que con aquello de estar en listas de animales
protegidos, acaparan la atención de todas las revistas. La verdad es que ellos no podrían hacer mi trabajo; es aparecer y todos los animales nos escondemos o huimos. Sin embargo yo, como no me meto con nadie
paso desapercibido, una ventaja en mi profesión.

Para quien no conozca a los de mi especie les diré que soy de talla más bien pequeña, apenas 9 cm y mi plumaje es verde oliva con algunas zonas más blanquecinas.
Soy primo de mosquiteros, carriceros y currucas, otros pajarillos igual de pequeños con los que muchos incautos me confunden. Eso es porque no se fijan en mi cresta triple, de dos franjas negras bordeando una central amarilloanaranjada, causante de una curiosa leyenda que ya os contaré.

Me alimento de pequeños insectos, a menudo larvas, que busco entre los matorrales y vegetación tupida.
Yo creo que por eso me han elegido como cronista, porque en mi discreta búsqueda de comida no dejo de mirar ni un centímetro cuadrado de bosque.
Puede que también haya influido que, a diferencia de otros pájaros de bosque como los papamoscas, no emigro y puedo contaros historias todo el año. O porque siempre hago
mi nido en el Roble del Río, un árbol singular ya muerto, pero que sigue siendo imprescindible para muchos animales de este bosque. Desde mi nido no pierdo detalle de las muchas historias que pasan aquí y que pienso compartir.

Un abrazo y hasta el mes que viene.

Sito

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Sito XX

Hola de nuevo. Tengo la sensación de que mis crónicas tienen algo de premonitorias, aunque sea a la inversa. El mes pasado os confesé que echaba algo de menos esos inviernos gélidos en los que las salpicaduras del río se congelaban…

Ribera del Jarama

…Pues en este mes ha helado, nevado y escarchado. Pensaréis que en enero, que se tiene en muchos lugares como el mes más frío del año, no es para extrañarse mucho, pero es que empezó igual de tibio que diciembre. Aunque pronto empezaron las heladas y las nevadas; lo normal.

No me sorprendo por el frío, que tampoco ha sido para tanto (-9,1º de mínima), pero ya no estábamos acostumbrados a dos terceras partes del mes con mínimas bajo cero y muchos días también con máximas heladoras. Aun así, la temperatura media mensual no ha sido muy escalofriante, sólo de 2,6ºC.

Y con este panorama me esperaba un verdadero parón biológico, como siempre se ha dicho del invierno. Algo que a quienes nos alimentamos de insectos no nos puede venir bien. Pero para mi sorpresa, sigo encontrando multitud de larvas, que en algo se tiene que notar que vivo en un bosque con muchos árboles ancianos. Por doquier hay indicios de madurez (o incluso vejez) y no hay feria mala; lo que uno pierde, otro lo gana. Árboles con pudrición, partes descortezadas, ramas desgajadas… alimentan a mi comida. Y no solo a la mía. Estos días he presenciado con emoción cómo uno de mis chiquillos de otros años recorría incansable, con ese vuelo nervioso que nos caracteriza a los reyezuelos, la ribera en el Pasillo, escrutando cada ramilla de brezo en busca de sustento.

Los pequeñajos como nosotros recorremos árboles, arbustos y cualquier rincón en búsqueda de alimento. Descubrí un grupo de mitos colgados de las retamas y con un comportamiento que me resultó extraño, dejando aproximarse, casi al alcance de la mano, a algunas personas si eran sigilosas. Cuando se fueron me sumé al festín, porque su interés lo constituían las jóvenes cochinillas que tapizan las ramas de algunos escobones.

Algo similar, aunque cada vez con mayor actividad, hacen las dos especies de carboneros, las dos de herrerillos y el agateador común con los que comparto bosque: luchar contra la inanición, que con estos metabolismos que nos gastamos hay que consumir mucho alimento para mantener nuestra temperatura corporal. Más grandes pero igual de activos -a la fuerza- han estado el mirlo acuático, la garza, algún gavilán…

Estas noches tan largas son un verdadero tormento. Y si ha nevado, aún más. Muchos de los animales que los humanos echáis de menos en vuestros paseos por el campo están activos por la noche. Me despierta a menudo el ulular de un cárabo. Y ya desvelado, no hago más que oír el trasiego de patas por la nieve: una musaraña, el pequeño ratón que sale de su madriguera, la incansable garduña en su búsqueda, un gato montés patrullando los claros pero no demasiado lejos del matorral, un avasallador tejón, los corzos… Volar por la mañana tiene como recompensa encontrar y poder interpretar todas esas historias a través de sus huellas en la nieve. Y por supuesto, las huellas de los educadores y sus acompañantes.

Huellas de musaraña y gato montés
Huellas de tejón y corzo

Que el pasado diciembre fuese caluroso engañó a bastantes vegetales. Sobre todo a los que deben cumplir su ciclo vital antes de que lo avancen demasiado las hayas, que la sombra de estas es dañina para los bajitos. Por ello he visto algunas madreselvas con hojillas nuevas, hepáticas en flor junto al río, polígalas brotadas y más azafranes serranos pintando de morado la nieve. Esto último no es un fenómeno infrecuente, pero más bien de finales de febrero.

Los avellanos ya lucen sus estupendos amentos y algunos hongos siguieron viéndose con cierta integridad hasta las heladas fuertes. Uno verdaderamente llamativo, que a cualquier amante de la casquería le costaría distinguir de una víscera, es el integrante del género Ascocoryne, que aquí podéis contemplar sobre un tronco de roble.

Lo que aún no se recupera es la afluencia de visitantes, que parece que sólo se interesan por mi bosque en otoño. Pero el Hayedo despierta atención todo el tiempo, sobre todo para quien sabe buscar. Sorprendí el otro día a un educador hablando con un señor de pelo y barba blancos. Por lo que pude deducir se trataba de un investigador holandés, famoso especialista en líquenes, que venía a apoyar la tesis doctoral de una alumna y a preparar una publicación. Escrutando las cortezas de los árboles (que no es lo mismo ser epífito que epifilítico, que vive sobre rocas) junto al camino decía llevar encontradas sesenta especies de líquenes en el primer kilómetro de senda.

Ricasolia amplissima

Un saludo y hasta el mes que viene,

Sito. Febrero de 2023


							
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